domingo, 26 de febrero de 2017

EXTRAVIOS

Mi mujer lo ha dejado claro esta mañana: "Cariño, no encuentro el elephante". "Qué cabeza la tuya", debería haber dicho; pero en lugar de lamentar algo que se ha convertido en rutina, me puse a buscar el elephante por toda la casa. Después de revisar los armarios, el trastero e incluso el frigorífico, entendí que el elephante podría estar en cualquier parte, de manera que salí a la calle a preguntar. Una vecina me dijo que había visto un elephante por la cochera. Pero nuestro elephante no es de los que pierden la trompa por conducir un automóvil. Tampoco quise llamar a la policía; soy enemigo de molestar al prójimo por uno de nuestros despistes. Además, no es la primera vez que mi mujer extravía al elephante. Esta, por lo menos, es la tercera vez que lo pierde, y mucho me temo que no va a ser la última.
Llamé, eso sí, a mi madre, quien, después de afirmar que el elephante no estaba en su casa, me dijo que seguramente lo encontraría en el mismo sitio donde me había dejado la cabeza. 
No quise ni pensar en la posibilidad de que el viejo cocodrilo se hubiera tragado el elephante. Eso hubiera sido imperdonable por su parte.
Por la noche volví, derrotado y hastiado, a nuestra morada, pensando que cualquiera podría haberse quedado con nuestro amado elephante, cuando mi mujer me recibió con la feliz noticia de que lo había encontrado justo donde lo había puesto el día anterior. 
Menos mal que al elephante le dio por quedarse donde mi mujer lo había dejado. 

2 comentarios:

  1. NO te quejes, en algo hay que entretenerse. Pasaste todo el día detrás del elephante.

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  2. Si es que, cuando el elephante se esconde, no hay quien lo encuentre.

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