viernes, 25 de agosto de 2017

LA BIBLIA EN VERSO


Una anomalía ha alterado las estadísticas de comportamiento social entre los bibliófilos. Estos suelen ser seres huraños, ensimismados, con aspecto de perro trufero de tanto olisquear entre baldas, estantes y anaqueles pletóricos de polvo. Acostumbran, además, ser altamente misóginos, apartados de la sociedad como osos machos que ni siquiera se aparean una vez al año. Y todo esto ha mutado degenerando en actitudes patibularias y hasta se diría que fachendosas.
El descubrimiento de una Biblia inglesa publicada en 1631 es el motivo de esta monstruosidad. Sabido es que los cajistas cometían errores, pero lo descubierto por esos chismosos del mundo del papel encuadernado ¿será un error o es un error lo que divulga el resto de las Biblias? Desde que algunos iniciados descubrieron esa edición y ya en este siglo se vulgarizó el hallazgo, pues también es sabido que quien tiene la información tiene el poder, como aseguró otro inglés, un ataque de priapismo se ha generado entre ese colectivo, alejándolos de los polvorientos tabucos que acostumbraban visitar hacia las amables casas de lenocinio donde generosas damas y hasta damiselas de formas abundantes o de finas sinuosidades los acogen con afecto, desviando aquellos fondos que absurdamente se gastaban en adquirir un tratado de ornitomancia del siglo XIII o una colección de sermones de un relajado de la Inquisición que demostraba cómo para comprobar la virginidad de las candidatas al claustro, lo mejor era catarlas.
Sin más preámbulos, pues estos pueden ser farragosos aunque no sea esta la intención de quien escribe, y aun siéndolo, diremos que en esa Biblia publicada en 1631 olvidaron un not, y en el mandamiento pertinente, y así dice: Thou shalt commit adultery, que traducido a román paladino quiere decir Cometerás adulterio. Figúrense nuestros lectores las consecuencias que tal mandamiento puede traer de extenderse el discernimiento de la veraz existencia de ese volumen. ¿Vendrá de ahí la manifiesta frigidez de los hijos de la Gran Bretaña? De ser así, demostraríase que todo aquello que se prohíbe se desea, y todo aquello que se ordena se odia. Es nuestro deber, pues, agradecer el coñazo que nos dio durante 40 años el nacionalcatolicismo con la versión incorrecta de ese mandamiento, es decir el No cometerás adulterio, a consecuencia de lo cual tanto gustirrinín habemos en practicarlo por vías correctas, dicho de otra forma, en vaso idóneo, parafraseando a Torrente Ballester, o nefandas.

Michael Arnajodinski

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